martes, noviembre 24, 2009

Los Fresnos

No bien se desnudaron completamente, una vez más, pudorosos, cubren sus ramas con verdes brotes mientras el cielo en lo alto arde entre blancos y rojos.

Pequeñas islas se desvanecen bajo el azul profundo y emprenden lentamente el viaje a nadie sabe dónde.

Las frías corrientes avanzan perezosas hacia el gran valle y el Sol se regocija de calentar inclemente las vacías calles de la gran ciudad.

Mientras, yo camino pisando hojas, absorbiendo su crujir y exhalando pequeños trozos de hojas por mi nariz, de vez en vez algún pedazo se me atora y estornudo con fuerza sólo para saber si existe alguien más . . . el silencio me envuelve y observo los pájaros emprender el vuelo, sé que más adelante encontraré un perro y que me seguirá unos cientos de metros . . .

El fuego en el cielo se extingue y pronto todo será negro, suspiro . . .

jueves, noviembre 12, 2009

Estoy a punto de romper ciertos paradigmas y me invade el característico miedo y parálisis, estos pasos son ciertamente, los más difíciles de dar.

Es, literalmente, arrastrar viejas ideas y obligarse a soltarlas, me da miedo lo que sigue y de repente quisiera seguir como hasta hace unas millas, lo maravilloso es que no hay vuelta atrás, aún cuando pudiese volver sobre mis pasos no hay manera de que permanezca en ese lugar, es imposible, así que habrá que abrir grande la boca y aspirar profundo, dar los pasos y ver qué es lo que pasa.

jueves, noviembre 05, 2009

En lo alto el viento y las nubes se funden en amoroso abrazo y forman mágicas figuras que cuentan de la vida, del amor y las estrellas.

Hay días en los que llueven risas y otros en los que llueven lágrimas, se mueven, se mecen, se escuchan sus sonidos y la tierra tiembla.

En la intimidad de la noche a veces son sorprendidos por los fugaces rayos y al coro se agrega el celoso trueno.

Así los días, así las noches.

Y yo sentado en un viejo tronco veo dragones en el cielo.

domingo, noviembre 01, 2009

Las palabras se agolpan, se juntan, se apretujan unas a otras y se pulverizan lentamente, son las letras las que resbalan perezosas por las curvilíneas paredes del gran reloj de arena y poco a poco se hunden en la inmensidad del mar blanco, una a una bajan y, nuevamente, forman palabras que pesadamente caen del otro lado, a veces coherentes muchas otras informes. . .

Al caer se despedazan y en una de esas el reloj gira y el proceso continúa una vez más pero esta vez al revés y es lo mismo pero no lo es.

Nuevamente se despedazan, se pulverizan y vuelven a formar ideas, poemas que duran el suspiro entre su nacimiento y la caída con sus hermanas y así los siglos. . .